¿Quién te lo iba a decir?

Después de un embarazo, seguramente con sus más y sus menos, después de ese momento mágico de poder ver, sentir, oler, a ese pequeño ser que estuvo dentro de ti alrededor de 9 meses.

Después de esas noches en vela, pañales, gases, biberones, llantos, primeras risas, primeros pasos…..

Después de todo eso, llega un día y diagnostican a tu hijo o hija de TEA….y ahí, las dudas, el miedo, la impotencia, la incertidumbre, todo eso se adueña de ti.

Mil preguntas se te vienen a la cabeza. Preguntas tanto en pasado, presente y futuro.

Te entiendo. Te entiendo porque yo también pasé por todo eso y sentí exactamente lo mismo que tú.

Hay dos aspectos importantes que quiero compartirte. Lo que normalmente hacemos las mamás y los papás, cuando diagnostican a nuestro hijo o hija y lo que deberíamos hacer.

Lo que normalmente hacemos es protegerle tanto que no nos damos cuenta que somos nosotros mismos y nosotras mismas, aunque sea desde el amor más profundo y puro, quienes les limitamos y etiquetamos.

Y lo que realmente hay que hacer es ACEPTAR. Aceptar después de, claro que sí, permitirnos ese batiburrillo emocional que vivimos en ese momento.

Quiero hacerte una pregunta, ¿Tú hijo o hija es otra persona después de que te dieran el diagnóstico? No, ¿verdad?. Es exactamente la misma persona.

Evidentemente es súper importante saber, tener claridad, tener información para poder disipar nuestras dudas y, sobre todo, para poder ayudarle junto con los profesionales capacitados para ello. Y también esa claridad es muy importante para ACEPTAR.

Si no sabemos, ignoramos. Y si ignoramos no seremos capaces de aceptar.

Así que, aunque pueda parecerte un poco brusco lo que te voy a decir, no vas a cambiar la situación. Lo que si puedes cambiar es el cómo la enfocas y la actitud que decidas tomar ante ella.

Y tener una buena actitud ante lo que estás viviendo no quiere decir que tengas que estar bien todo el rato. Es saber qué hacer y hacerlo, permitiendo cada una de las emociones que vengan a visitarnos; nos gusten más o menos.

Esto también forma parte de la aceptación, saber que hay días mejores y peores. Los aceptos y los permito. Y no sólo mis días malos, también los de mi hijo o hija y los del resto de la familia.

Y, ¿qué otra cosa nos puede ayudar a aceptar? Pues el LENGUAJE.

El lenguaje que usamos para hablar y pensar.

¿Qué tal si empezamos a decir y decirnos que nuestro hijo o hija tiene unas características. ¿Cuáles son esas características? Identifícalas; es la mejor manera de aceptarlas.

Y también hacérselas ver a el o a ella. Recuerda que, en la medida que aceptes tú, le va a ser más fácil y de una manera más sana aceptarse a el o a ella.

Y por último, algo que nos hace los días más amables es centrarnos en lo que SÍ.

  • En lo que si me da mi hijo o hija.

  • En lo que si hace.

  • En cada pasito que da en su desarrollo.

  • En lo que se le da bien.

Te invito a que reflexiones en qué más cosas podrías centrarte para hacer tus días más amables.

Recuerda que centrarse en lo que si es también valorar y agradecer.

Y todo esto no quiere decir que no debamos trabajar con él o ella todas esas características que le puedan hacer llevar su propio ritmo, ni tampoco quiere decir que endulcemos la situación ni los días intensos, etc. Lo que quiere decir es que estemos enfocadas, centradas en todo eso que sí, que es lo que nos va a dar esa fuerza de amor para seguir cada día como sus Guías Perfectas y Elegidas.

Y hablando de ritmos…. Quédate con esta palabra; RITMOS.

Tu hijo o hija tiene unas características y un ritmo. Y si lo piensas un poco, todas las personas tenemos unas diferentes a las del resto que nos hacen ser quienes somos.

Así que no comparemos, ni etiquetemos, ni queramos que ese ritmo sea más o menos. Ese ritmo es, y es perfecto.

Además, un ritmo no es rítmico porque sea más rápido, lo que lo hace rítmico es la constancia en el tiempo.

Acepta su ritmo, acepta también el tuyo y el de resto de la familia y acompañemos siempre desde el Amor.

Te Abrazo.

Carolina Rodríguez