¿Y QUÉ PASA SI TIENES QUE SOLTAR EL CONTROL?

¿Y qué pasa si sueltas el control?

Hoy te traigo un tema que a mi, personalmente, me ha costado mucho entrenamiento poder realizar y que, sinceramente, aún sigo entrenando. Yo creo que es algo que nunca dejaremos de mejorar.

Soltar el control.

A ver, eso de llevar el control, nos encanta a las madres, ¿es así o no?

Nos encanta controlar qué comen nuestros hijos e hijas, estar pendientes de cómo y cuándo se toman las medicinas, de a dónde van, cuándo vienen… es algo que llevamos como intrínseco, ¿verdad?

Desde este Ladito de la Realidad, creo que es algo que vamos heredando de nuestra familia, son esas creencias que nos inculcan porque es lo normal, lo que está bien, sin darnos cuenta que nos limita. Y no sólo a nosotras sino también a nuestros hijos/as y a nuestra familia.

Yo soy de las que opina y cree firmemente que tenemos la oportunidad de cambiar todo eso, de romper con todas esas creencias y no pasarlas a nuestros hijos/as para que su vida sea bastante menos limitante que la que ha podido ser la nuestra.

Pero este tema da para otra entrada de blog, así que vamos a lo que nos trae hoy aquí.

Soltar el control.

¿Por qué debemos soltar el control?

Principalmente porque no es sano para nosotras, realmente nos desgasta, nos hace estar en el futuro todo el rato y eso nos provoca estrés, ansiedad y perdernos un montón de situaciones que, como poco, nos van a hacer crecer mucho más.

Además de que se nos pasan los días y, cuando nos damos cuenta, nuestros hijos/as son mayores y no hemos disfrutado, sino siempre pendiente en controlar.

Pero también hay otro motivo, de igual peso, por el que debemos en ocasiones soltar el control.

Aunque te jorobe reconocerlo (a mi me joroba a veces) no siempre somos la persona ideal para acompañar a nuestro hijo/a. A veces es mejor estar en un segundo plano. Y para eso, mi querida Mamá Despierta, debes aceptar y tener una buena actitud.

Y soltar, soltar el control y llenarte de calma. Confiar en tu red de apoyo y avanzar.

Te voy a poner un ejemplo vivido por mi, para ponerte en situación y que puedas luego llevar a tu experiencia como mamá y a tu Ladito de la Realidad.

Recuerda siempre que yo te hablo desde aquí, mi Ladito de la Realidad, pero que hay tantos como personas en este planeta.

Este verano era la primera vez que mi hijo pequeño que, además, es autista, iba a volar por primera vez en avión.

Para ponerte en situación debo de confesarte que a mi el avión era algo que no me hacía especial alegría, por eso de estar en un sitio del que no puedo salir cuando yo quiera.

Así que para mí, también iba a ser un nuevo entrenamiento y eso me tenía doblemente inquieta.

Para que ese día marchara todo lo bien que estaba en nuestra mano, había varias cosas que hacer:

En primer lugar anticiparle todo lo que iba a suceder, o al menos darle toda la información que pudiéramos.

Así que nos fuimos al aeropuerto, sacamos las tarjetas de embarque, le explicamos ese proceso, le dijimos por dónde íbamos a pasar cuando fuéramos a embarcar, lo que podía suceder allí y fuimos, también, a ver despegar y aterrizar algunos aviones.

Además, hablamos con una profesional de la compañía aérea y nos dio pautas específicas de qué cosas debíamos anticiparle antes del vuelo.

Con todo eso, ¡manos a la obra! Para todo esto, yo me encontraba totalmente capacitada y ahí estuve. Tuvimos varias conversaciones donde yo le explicaba y él preguntaba.

En una de esas conversaciones, me formuló la pregunta del millón: “mamá, ¿quién va a ir a mi lado?” incluso en una de las ocasiones que me preguntó, me compartió el deseo de que fuera yo la persona que lo acompañara.

Yo, que estaba intentando gestionar ese rato que iba a estar en el aire sin poderme bajar del avión.

Así que comenzó en mí un verdadero conflicto: lo podía acompañar y así estaba yo en modo control, al tanto de todo. O delegaba en otra persona ese momento para garantizarle a él su bienestar.

En otro momento de mi vida, cuando aún no había despertado, te puedo garantizar que hubiera elegido la primera opción. Hubiera sacrificado su bienestar por mi control.

Pero decidí que no, que yo no debía estar en ese momento, no al menos en primer plano, junto a él.

Le conté, entonces, que los asientos estaban numerados y que le había tocado ir con papá. Y bueno, le contaba todo el rato que, qué chachi que iba a ir junto a su padre, que lo iba a pasar súper bien, qué iba a ser súper divertido.

Sé, querida Mamá Despierta, que no hace falta que te explique el batiburrillo de emociones que tenía en mi interior. Pero tenía la certeza absoluta de que así era lo mejor para él y, aunque yo no lo veía en ese momento, para mí también.

Llegó el día y nos dispusimos a tomar ese avión. Para todo el protocolo del aeropuerto estuve yo, bien presente y tranquila.

Al subir al avión, llegó el momento de soltar, y de irme a mi asiento y ver, desde el segundo plano, cómo Fabio vivía esa primera vez sin mi.

Fue raro eso de no controlar, pero a medida que pasaba el vuelo, lo veía a él tan bien, a mi llevando todo con calma, y comprobando que todo marchaba, comprendí que soltar el control no sólo es bueno sino que nos permite aprender a todas las partes.

Aceptar que yo no era la mejor opción para el primer vuelo de Fabio, me costó mucho.

Entrenar ese soltar y ver cómo él y todo el entorno lo hicimos de 10 y aprendimos, me hace sentir muy orgullosa.

¿En qué situaciones sueltas el control? Celébralo y siéntete orgullosa de ti y de tu familia.

Te invito también a que reflexiones si hay otras situaciones en tu día a día, con tus entornos, tus hijos/as, tu familia en los que estaría bien soltar el control.

Ya sabes que puedes contarme en metodomamasdespiertas@gmail.com para mi es un placer leerte.

Un abrazo

Carolina Rodríguez

Mamás Despiertas.